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Las camillas estas de masaje, las que tienen un hueco para poner la cara. Se me ocurre que son muy similares a las paredes perforadas de la feria donde pones la cara y te hacen una foto con otro cuerpo. Son casi el mismo objeto con distinta inclinación, noventa grados para ser exactos. A lo que voy es a gastarle una putada al masajeando. Pintar la camilla por debajo de algo muy ridículo, un cuerpo de mujer del siglo diecinueve que lleva sombrilla o de gorila. Lo mejor es que el tipo no puede darse cuenta de que está haciendo el ridículo de su vida, tampoco lo está viendo nadie más, solo el masajista lo sabe, no lo ve, pero lo sabe el muy cabrón.