Cuando me pongo a escribir no suelo estar seguro del número de post que toca, normalmente tengo que abrir otra ventana con el blog y mirar el número del último post para asegurarme, pero hoy me encuentro atrevido, confiado y juguetón, pero no mucho, me he puesto el interrogante como colchón de seguridad. Si no es el número que toca no pasa nada. Es mi personal paso de camaleón*.
Entremos en materia.
Este gesto de te estoy vigilando. Muy clásico para decir ándate con ojito que tengo a estos dos muy pendientes de tus movimientos.
La segunda parte de este gesto suele ser una rotación de muñeca de 180º quedando los dos dedos apuntándote. Hasta ahí lo real; hasta ahí la vida.
Vamos a añadir una premisa para que comience el partido, vamos a suponer que el ejecutor de este gesto padece estrabismo y sus pupilas se atraen separadas por el tabique nasal. Sí, el tipo quiere hacerlo bien, que sepas quién manda, pero al apuntarte cruza los dedos siendo muy fiel a su trayectoria de visión. Él sabe que no te va a enfocar bien y decide ser honesto, así que te apunta como prometiendo un imposible. Incumple la promesa de vigilarte. El propio gesto invalida el gesto, se desacredita.
Mirando a la foto me imagino a Robert de Niro amenazando con un Harakiri visual. El gesto es una amenaza de autolesión. O haces lo que yo te digo o me meto los dedos en los ojos y me quedo ciego. Rabieta infantiloide muy gore.
*Una vez vi un camaleón andando y me pareció de lo más indeciso del mundo. Cada paso tenía como diez intentos. Me imaginé que era algo relacionado con el camuflaje, para parecer una hoja al viento, o simplemente era cosa de su personalidad, era un camaleón muy tímido.
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